María Concepción Urquiza del Valle nació el 25 de diciembre de 1910 en Morelia, Michoacán y falleció el 20 de junio de 1945, en Ensenada Baja California. Fue una prolífica poeta, ensayista y guionista de cine; fue maestra de historia y filosofía en San Luis Potosí, militante del Partido Comunista y participó en diversas revistas: Ábside, Aula, Juventud, Labor, Logos, México al día, Rueca y Saber. También trabajó como entrevistadora amateur a sus dieciséis años en una importante revista de aquel entonces: Revista de Revistas. Urquiza también participó en el cine y resulta de gran importancia tomar en cuenta que trabajó en la Metro Goldwyn Meyer en su estancia en Nueva York, este dato puede servir para comprender mejor la adaptación que hizo del cuento Corazón, diario de un niño, de Edmundo de Amicis, adaptación a libreto de cine que fue llevado a la pantalla grande por los hermanos Galindo en 1939 con el nombre de Corazón de niño. Se ha mencionado también la importancia de su prosa, en su mayoría considerada como autobiográfica. Se publicaron estos escritos sobre todo como “Diarios” y “Meditaciones”, aunque es necesario matizar que esta fue decisión del editor de su obra una vez que ella falleció, el sacerdote Gabriel Méndez Plancarte, y no de la autora.
Se sabe, por ejemplo, que publicó su primer poema a la edad de once años. El tema que más se repite entre sus poemas es el de Dios, por lo que una parte de la crítica la ha considerado una poeta mística. Retoma temas religiosos y hace referencias intertextuales tanto en epígrafes como en el interior de sus obras a poetas místicos como San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. Era sumamente cuidadosa de la forma métrica y utilizó con especial profusión el soneto, la silva, los versos alejandrinos y la cuadernavía. Además, Gabriel Méndez Plancarte hizo hincapié en su uso del terceto italiano, el cuál aprendió de los textos de Fray Luis de León.
A estos recursos se suma una de las fuentes a la que más acudió Urquiza: La Biblia. Entre sus textos se nota un especial uso del “Cantar de los cantares”, materia que se ve reflejada en una gran cantidad de sus poemas, la mayoría de corte místico-erótico. Por si fuera poco, también agrega a sus fuentes religiosas los poetas precursores de los Siglos de Oro, entre los que destaca Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita.
La lectura de sus poemas no se puede reducir a las concepciones religiosas y místicas. El mismo Méndez Plancarte señala otras fuentes como Federico García Lorca y los clásicos griegos y latinos. Entre sus influencias griegas se destaca a Esquilo y a Homero. Sin embargo, se puede notar un peso mayor de los latinos. En específico tiene grandes ecos de Horacio, a través de los recursos bucólicos de su Beatus ille; también hay grandes referencias a Virgilio, de quién incluso se sabe que tradujo la Égloga V. Por su parte, Luz Elena Zamudio y Margarita Tapia Arizmendi logran captar las otras voces que Méndez Plancarte no reconoció en la poesía de Concha Urquiza. Entre las influencias que sí menciona el sacerdote, se encuentran Ramón López Velarde, Amado Nervo y William Shakespeare. A éstas se suman las que las críticas identifican, como William Faulkner e incluso el mismo Cervantes.
Urquiza tuvo problemas para terminar su educación en preparatoria, y, de hecho, antes de entrar en la Facultad de Filosofía y Letras, decidió irse a Ensenada a dar clases. En 1937, ocurrió un episodio de su vida al que suelen llamarle de reconversión, en el cuál intentó entrar a un convento que, finalmente, también abandonó. Esto le sirve a Irma Guadalupe Villasana para considerar que siempre prefirió una formación netamente autodidacta, lo cual se refleja perfectamente en la heterogénea cantidad de fuentes que sirvieron como base a su poesía.
Uno de los temas que más ha interesado a la crítica es la biografía de la poeta michoacana. Desde el rescate de Méndez Plancarte se ha tratado de explicar su obra poética considerando sus creencias y los pasajes biográficos de su vida. Posteriormente —como señalan atinadamente Zamudio y Tapia—, se han hecho otros trabajos, pero que siguen la misma línea religiosa del sacerdote. No podemos negar la raigambre religiosa en el texto, y claro que, como señala Margarita León, es innegable que el catolicismo fue fundamental en su vida y obra. Prueba de esto son varios de sus poemas, dedicados al uso religioso y algunas de sus reflexiones epistolares. Sin embargo, destacar sólo lo religioso de su obra significa reducir sus reflexiones poéticas. Es olvidar sus trabajos ensayísticos que no sólo giran en torno a intereses católicos, sino que claramente demuestran una preocupación por la literatura.
Hay que reconocer, también, que los textos poéticos no se pueden detener en su concepción mística. Si revisamos la construcción de sus obras, podemos encontrar una fuerte presencia erótica. Varios ejemplos podemos rescatar de esto, como en el poema “Sulamita”: “Atraída al olor de tus aromas/ y embriagada del vino de tus pechos”; o, como lo señala Berenice Romano Hurtado, en el poema “Nox” podemos leer la clave erótica del texto en el segundo terceto del primer soneto: “un buscar la región honda y salvaje, / un desear poseerte sin testigo”. Por si esto fuera poco, me parece que el tema religioso no es infalible y necesario en su producción poética. Como ejemplo tenemos el soneto “Como Alonso Quijano” en que Dios está completamente ausente. Así como esta ausencia en un poema no puede —ni debe— utilizarse como totalidad para negar la raigambre católica de la poeta, considero que, no por ser mayoría, los poemas netamente místicos y católicos deben gobernar las interpretaciones de la poesía en general de Urquiza. Un ejemplo podemos observarlo en "Miente mi corazón cuando te ama", soneto de sentido ambivalente, que puede interpretarse como devoción a Dios o como declaración al amor terrenal:
Miente mi corazón cuando te ama,
hecho intérprete fiel de mi sentido,
como el eco en abismo percibido
que el viento, no la voz, forma y derrama.
Este imperioso afán que te reclama
no en el centro del alma fue nutrido:
me ha turbado sin mí, como el sonido,
es ajeno a mi ser, como la llama.
Cuando la sangre el corazón satura
de sólo tu sabor -término medio
en loco silogismo de amargura-,
inaccesible al implacable asedio,
como trozo de plomo en agua obscura
húndese el alma en silencioso tedio.
Poeta prolífica, una de las más antologadas en su época, es claro ejemplo de una creación bien pensada y reflexionada profundamente. Es necesario considerar su contexto y su vida personal como apoyos para la mejor lectura de su poesía, pero me parece que nunca de manera sesgada ni omitiendo otras etapas de su vida. Es claro que tanto poetas religiosos como seculares ejercieron una notable influencia en su creación poética, mucho más extensa y profunda que una simple relectura de los poetas místicos.
Concha Urquiza murió en términos nunca esclarecidos del todo en Ensenada, Baja California, en el balneario El Estero. Se sabe que entró a nadar, aparentemente fue tragada por el mar y su cuerpo no fue encontrado hasta el día siguiente, 21 de junio de 1945. Dejó un legado poético que jamás se molestó en publicar como libro, sino que quedó desperdigado en revistas y algunos inéditos en servilletas que regaló a sus amigos. Poeta de vida breve, pero de intensa y profunda poesía, se ha ganado por méritos propios un lugar de suma importancia en la historia de la lírica mexicana.
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