¿Qué nos hace ser mexicanos? ¿Cuál es el sentido de nuestra identidad nacional? ¿Qué es la nacionalidad? Si es difícil dar una respuesta que incluya toda la diversidad cultural que existe en México para la búsqueda de una identidad nacional, centrarse en un estado donde dentro suyo parece que existen distintos rasgos identitarios que difieren enormemente con los de fuera de sus fronteras es una tarea sumamente compleja. Por ello, no quiero limitar mis palabras a contar cosas bonitas sobre Yucatán, estado que me vio nacer y, hasta cierto punto, me ha (nos ha) refugiado de un México que cada día parece menos lindo y menos querido. Y ojo, que, al ser yucateco de pura cepa, la afirmación anterior puede tildarme como lo que muchos hermanos paisanos sí que llegan a denostar: una especie de xenofobia. El racismo contra todo aquél que no sea Yucateco y venga a vivir a estas tierras es tan palpable que se ha revalorizado una palabra de origen maya, la cual, como muchas otras, está ligada al léxico de gran parte de la población yucateca: Waach o Huach, término utilizado para referir que una persona no es propia de la región. La palabra suele tener distintas acepciones, algunos la utilizan para referir específicamente a los oriundos del centro del país, otros a los de Tabasco, sin embargo, la acepción de la cual hago uso aquí es a la que me ha referido mi padre, quien vivió toda su infancia en el municipio de Bokobá, poblado de donde era mi abuelo y gran parte de mi familia paterna: “Waach se le dice a todo aquel que viva pasando el letrero de Bienvenidos a Yucatán”.
Con lo anterior, espero haber brindado un preámbulo sobre algunas de las problemáticas sociales más conocidas de la llamada tierra del faisán y el venado, preámbulo que nos servirá de base para desmitificar un estado que hoy día es portada de revistas internacionales; un estado que por fuera parece un destino turístico inigualable, así como también una opción ideal para vivir, pero por dentro arrastra una retahíla de problemas sociales y desigualdad, los cuales, más que ser atendidos, parece que crecen a la par del desmedido crecimiento urbano.
Estas palabras van dirigidas a todas aquellas personas que las haya convencido la infografía turística del Yucatán de los pueblos mágicos, también a aquellas personas que opten por venir a vivir a las ciudades yucatecas y si acaso también al yucateco de antaño, que si algo hemos de reconocer todos los que estamos creciendo ahora mismo en estas tierras es que nuestra capital es blanca pero mucho más por motivos clasistas que por una seguridad inigualable.
¿Cuál sería la mejor manera de Contar Yucatán sin dejar fuera ciento cinco municipios? Esta es una preocupación personal, no puedo negar que mis palabras están bajo una visión citadina y que hablar de Yucatán utilizando generalizaciones es dejar fuera pueblos con raíces milenarias de nuestra cultura maya, los cuales viven muy distinto en comparación con la capital. Entiendo que esto no es una situación particular; la gran mayoría de los estados de la república mexicana tiene comunidades rurales con problemáticas muy similares; sin embargo, hablaré aquí de Yucatán en el mismo sentido del que hablan los que nos gobiernan y también los que le ponen precio a la tierra o mejor dicho a los lotes de tierra.
“Sisal, paraíso de Yucatán donde los habitantes rechazan ser Pueblo Mágico”,[1] escribió el 5 de julio del 2021 Claudia Arriaga para el medio digital Haz Ruido con respecto al pueblo costero de Sisal y su nombramiento como Pueblo Mágico. La nota continúa con las siguientes palabras del representante de la Alianza Comunitaria Sisal, Manuel Hernández Canul:
Mágico sí es porque han desaparecido todo, la costa y no hay terrenos para futuras generaciones. En lo mágico nos encontramos con gente del pasado, exautoridades que invierten con privados, aquí están haciendo construcciones, contratos y convenios con gobiernos del pasado. Hay casas para canadienses y americanos, lo que causa molestia, porque no puede ser posible que haya calles dañadas en donde vivimos y del otro lado casas con postes de alumbrado eléctrico.
Lo que sucedió en Sisal es la expresión máxima de la situación actual del estado de Yucatán. La comunidad fue encuestada y los resultados indicaron que un 98% de los habitantes no estaban de acuerdo con el título de Pueblo Mágico.[2] Hablan sobre la inmediata subida de precios en la comida y en la renta de las viviendas, las construcciones que destruyeron el manglar e imposibilitaron el acceso a la playa por esas zonas. “Si antes la renta de una casa costaba 1,800 pesos mensuales, ahora no bajan de 2,500”,[3] cuenta una vecina de la localidad. Pero lo más preocupante es que estas declaraciones fueron realizadas a mediados del 2021. Hoy la página de la Secretaría de Turismo del Gobierno de México ostenta, entre un listado de 132 Pueblos Mágicos, el nombre de Sisal, el pueblo costero que rechazó explícitamente el apelativo.
En este mismo sentido, la página de la Secretaría de Turismo, justo en el apartado de la lista de los Pueblos Mágicos, escribe lo siguiente: “El Programa Pueblos Mágicos contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación y que representan alternativas frescas y variadas para los visitantes nacionales y extranjeros”.[4] ¿Revalorar? ¿Imaginario colectivo? Eso es lo que son (para ellos) nuestros pueblos mayas originarios, “imaginarios colectivos”, y sólo podemos darles valor a estos lugares en donde han nacido y muerto familias enteras, donde han hecho sus propias historias, donde niños van a la escuela, ríen, juegan, donde se bañan en el mar y se divierten con la arena, a todo esto y un cuantioso etcétera, sólo podemos “revalorarlo” con inversión extranjera. Qué importa si el pescador ahora tiene que desplazar su barca pues, en donde antes la dejaba al término de su labor, ahora hay un bonito y moderno conjunto de lofts que exige tener un acceso exclusivo al mar. Eso sí, la cultura primero, el conjunto de lofts está nombrado con alegóricas palabras en lengua maya, aunque el cuarto se cotiza en dólares.
El tema de Sisal es unos de los precedentes más grande de la región en temas de urbanización, sin embargo no es el único. Las inmobiliarias en Yucatán han hecho de un sinfín de “lotes de inversión”, Sisales que nunca se manifestarán pues la deuda ya está pagada, las concesiones dadas y la tierra hace muchísimos años que dejó de ser de quien la trabaja y pasó a ser de a quien le alcanza.
Yo, desde mi humilde casa (de mis papás, todo hay que decirlo) en el oriente de la ciudad de Mérida, clase media aspiracionista, tengo una molestia desenfrenada al ver el tratamiento que está teniendo el estado en el que he vivido por 22 años. No me creo las palabras del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, de que su proyecto revaloriza la región sur del país que por años estuvo en el “olvido”; no me creo las palabras del actual gobernador del estado de Yucatán, Mauricio Vila Dosal, al levantarse el cuello y afirmar que somos el estado más seguro del país; no me creo las palabras de la Secretaría de Turismo al decir que la llegada de gente del extranjero representa una derrama económica para la región.
Yo me Cuento Yucatán desde el valor que tiene y ha tenido siempre la gente que vive aquí; me Cuento Yucatán como una región con muchos problemas sociales, mismos que están siendo eclipsados por presuntos idearios de progreso y trabajo, aunque ese progreso y trabajo se traduzca en poco más de 800 pesos a la semana; me Cuento Yucatán en la cara de la señora que le pide a la chica del mostrador del Kentucky Fried Chicken del centro de la ciudad que le repita el precio para después pedir mejor la orden que tiene menos piezas de pollo; me Cuento Yucatán en esas revistas que documentan eventos sociales como los bautizos, bodas, cumpleaños, posadas, de los Abraham, de los Chapur, de los Ponce o de cualquier otra estirpe de la región; me Cuento Yucatán en el transporte público donde la necesidad, la urgencia y la seguridad se debaten en la posibilidad de ir parado en las escaleras próximas a la puerta del autobús; me Cuento Yucatán al ver a los mayas en Disney mientras que los otros mayas están siendo desplazados de sus tierras; me Cuento Yucatán en los suicidios, los feminicidios, la violencia de género, el machismo. Yo me Cuento Yucatán de una forma muy distinta a la que veo en la televisión.
Finalizo estas palabras con el fragmento de una canción titulada “Clima tropical” escrita por el rapero venezolano Canserbero:
“Yo no sé si tú y yo vivimos en el mismo país,
pero te juro que así es en el mío,
tragedia, racismo, clasismo,
tierra de clima tropical pero habitantes fríos”.
[1] https://www.hazruido.mx/reportes/habitantes-de-sisal-exigen-revocacion-de-pueblo-magico/
[2] Miguel Antonio Pech comisario ejidal de Sisal en entrevista para Noticieros Televisa: https://www.youtube.com/watch?v=a4y7wPibs7M&ab_channel=Nmas
[3] https://corrientealterna.unam.mx/territorios/sisal-la-resistencia-de-un-pequeno-puerto-a-convertirse-en-pueblo-magico/
[4] https://www.gob.mx/sectur/articulos/pueblos-magicos-206528
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