Enriqueta Ochoa nació en Torreón, Coahuila el 2 de mayo de 1928 y murió en la Ciudad de México el 1° de diciembre de 2008. Fue una poeta y docente que perteneció a una generación de mujeres poetas como Rosario Castellanos, Dolores Castro y Pita Amor. Su trayectoria académica se desarrolló en “la UV, la UAEM, la UNAM, la SOGEM y la Normal Superior del Estado de México y coordinó talleres literarios del INBA en Aguascalientes, Torreón, Tlaxcala y la Ciudad de México. En 1994 el Conaculta, el SCM, el Ayuntamiento de Torreón”.
Dentro de su larga trayectoria como poeta, sus obras más importantes son: Las urgencias de un dios, Papel de Poesía/Miguel N. Lira, (1950); Los himnos del ciego, Caracol Marino, Xalapa, (1968); Las vírgenes terrestres, Parva, (1970); Cartas para el hermano, UV, La Tierra del Gran Sí, (1973); Retorno de Electra, Diógenes, 1978, Diógenes/SEP, 1986, SEP, Lecturas Mexicanas Segunda Serie, (1987); Bajo el oro pequeño de los trigos, UNACH, Cuadernos Universitarios, (1984); edición corregida y aumentada, El Aduanero, (1998); Canción de Moisés, UV/Papel de Envolver, Luna Hiena, (1984). Enriqueta Ochoa de bolsillo, U. de G., (1990); Enriqueta Ochoa, UNAM, Material de Lectura, (1994); Asaltos a la memoria, UAEM/INBA, (2004); Que me bautice el viento, Enriqueta Ochoa para niños, Conaculta/ICOCULT, (2004); Le désert à tes côtes/El desierto a tu lado (selección de Elva Macías), Écrits des Forges Poésie/UNAM, Québec, (2006) y Poesía reunida, FCE, (2008).
Su poesía estuvo influenciada por San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila y, más cercana a ella, Concha Urquiza. Ya que su estilo poético abarca temas sobre el misticismo, la religiosidad, lo onírico y el tempus fugit –el paso del tiempo–, como podemos observar en el siguiente fragmento de “Las vírgenes terrestres” (1942) donde nos cuenta el dolor del yo lírico al encontrarse en el mundo y cómo es que contempla el paso del tiempo a través de los sucesos naturales y del nacimiento de nuevas vidas:
Por encima de las colinas arde la luz,
el tiempo se deshoja
y yo envejezco aquí traspasada de urgencias
frente a la puerta hermética
Soy la virgen terrestre espesa de amargura,
desolada corriendo
del reguero de impactos en mi pulso.
Ya no me soporto en las grietas de la espera
ni el sopor del silencio.
De igual modo, sus poemas tienen tintes temáticos con carácter íntimo y diáfano. En su artículo, Esther Hernández Palacios menciona que la poesía de Ochoa “es un hilo tenso que congrega el esplendor fundacional del Génesis, el peso de la culpa y la espada y el goce del cuerpo del Cantar de los Cantares” (Palacios, 1992, p. 228). Esto se ve reflejado en el poema “De Bajo el oro pequeño de los trigos” (1984), en donde el yo lírico habla de su experiencia emocional al sentirse absorto por la posibilidad de irse del plano terrenal, no sin antes haber dejado huella de su presencia y de su petición:
Yo quiero que la boca del agua
me exorcice el espíritu
que me bautice el viento,
que me envuelva en su sábana cálida la tierra
si me voy este otoño.
Así mismo, en su artículo Enriqueta Ochoa, un viaje entre el amor humano y el amor divino, Elvia Montes de Oca Navas apuntó: “La poesía de Enriqueta posee hondas raíces cristianas y amorosas, se ocupa de asuntos tanto humanos como divinos” (De Oca, 2008, p. 6). En el poema “Entre la soledad ruidosa de las gentes” el yo lírico, a modo de petición, espera pacientemente poder coexistir con las personas que lo rodean al notar la distinción que tiene con ellos por creer, conocer y necesitar a Dios, aunque ya sea tarde:
Me falta lo mejor antes de irme: el Amor.
Y es tarde para alcanzarlo,
y me resulta falso decir:
—Señor, apóyame en tu corazón
que tengo ganas de morir madura.
Nadie madura sin el fruto.
Como se ha mencionado, los rasgos característicos de su poesía son ricos en temáticas y estilo poético, pues sus versos nos transmiten emociones auténticas al exaltar situaciones completamente mundanas, también al hablar de la relación con Dios, de la muerte, la nostalgia, el deseo y el amor que pululan en el plano terrenal. Además, se debe agregar que estos poemas fueron escritos a una edad muy temprana, por lo que Ochoa deja entrever la tradición literaria al escribir en versos endecasílabos y alejandrinos envolviendo a su poesía con pausas y silencios que dan mayor musicalidad a sus poemas. Todas estas características también se ven reflejadas en Pita Amor, como en sus Décimas a Dios (Amor, 1975) donde entabló una conversación con Él en sus diferentes etapas poéticas.
Conviene subrayar que el cambio social, político y cultural que vivió México desde su nacimiento ha influenciado el terreno literario, pues en cada etapa histórica existió una nueva manera de contar las cosas, tanto poética como narrativamente. Durante el periodo del siglo XX se trasgredió e innovó la tradición literaria y las mujeres escritoras no se quedaron atrás, ellas mismas crearon y rompieron la barrera de narrar y versar desde su posición, lo cual generó un cambio significativo en la literatura.
Por ello, se encuentra una relación temática de la poesía de Enriqueta Ochoa con la de su contemporánea Concha Urquiza, quien en su vasto trabajo como escritora utilizó el tema de lo religioso y lo místico en diferentes presentaciones narrativas, como lo podemos ver en el siguiente fragmento del poema “La oración de temor” (1938):
El mundo ya una vez, Señor, hiciste
amargo al corazón y tenebroso;
una vez ya la pobre descubriste
bajo el blanco y carmín esplendoroso.
Los alcances de la labor de Ochoa los podemos ver en lo amplio que es su trabajo creativo, al igual que en su estilo poético que transmite el pensamiento heterodoxo y agnóstico que se mantuvo durante ese periodo literario al plasmar cuestiones humanas. Cada poema cuenta una historia que se relaciona con el anterior y te transporta a un momento de apreciación y reflexión de la existencia y lo efímero y doloroso que es vivirla, sin embargo, dentro de todo ese caos y angustia también existe la ternura y la apreciación de momentos únicos e irrepetibles.
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