Cuando me tuve que mudar a Mérida estaba consciente del problema de adaptación que la mudanza suponía, sabía que esta venia en diferentes niveles, adaptación social, adaptación a un nuevo espacio de vivienda que pronto llamaría casa, adaptación a observar nuevos paisajes en mis rutinas. Sin embargo, la adaptación alimenticia, cultural y ambiental no suponían un gran problema, verán, vengo de Campeche, el estado vecino de Yucatán con el que compartimos parte de la cultura, gastronomía, clima, flora y fauna. Y no me habría equivocado en suponer aquello, de no ser por unos diminutos inquilinos que pronto empecé a notar en mi nueva casa en Mérida, inquilinos de los que hasta la fecha no he averiguado como obligarlos a mudarse.
Las hormigas cuyo nombre científico es Formicidae, forman parte del grupo más numeroso y diverso animal; los artrópodos, estos tienen una gran cantidad de roles ecológicos; tanto pueden ser herbívoros y devorar las hojas, corteza y raíces de los árboles, como ser feroces carnívoros, o detritívoros que degradan la materia orgánica muerta. Asimismo, pueden habitar tanto las grandes colinas nevadas, como los desiertos e, inclusive, se encuentran en distintos estratos en los diferentes océanos (Pinkus Rendon, 2013).
Desde su origen, hace aproximadamente 120 millones de años, las hormigas han llegado a ocupar todos los continentes, a excepción de la Antártida.[1] Ahora bien, el tipo o clase de hormiga será distinto dependiendo de la región. En el caso de la Península se han reportado 37 especies en Campeche, 28 en Quintana Roo y 40 en Yucatán (Ríos Casanova, 2014). Las más conocidas que habitan en los tres estados son las denominadas en maya chac subín o sinik subín (Solenopsis gemminata), estas son pequeñas hormigas de color rojo. También se encuentran las comúnmente llamadas hormigas arrieras, caracterizadas por su oscuro color y por ser de gran tamaño, en maya se denominan Xulá (Echiton sp.) (Pinkus Rendon, 2013).
En asentamientos urbanos las hormigas pueden anidar debajo de las losas de concreto de los patios, debajo de banquetas, cimentaciones, caminos y cajas eléctricas de control.[2] Con todo lo anterior, podemos afirmar con bastante seguridad que no existe casa o edificio en toda la Península que no posea hormigas, y las que mas gustan de habitar espacios urbanos son las denominadas sinik subin (Solenopsis gemminata).
Cuando llegué a mi nueva vivienda en Merida, de las primeras cosas que hice al llegar fue hacer limpieza. Durante ese primer día de aseo, llamaron mi atención el desfile de varias hileras color terracota en el techo y alrededor de las paredes, la marcha parecía tener una circulación de doble sentido, en un extremo salían y entraban de los interruptores y tomacorriente de las paredes y el otro extremo lo localice en los bordes de las puertas y ventanas, así como en los plafones de las lámparas en el techo. Ni hablar, enseguida me dispuse a preparar el menjurje conocido para ahuyentar y repeler a tales insectos, un poco de agua con jabón, gotas con limón y un poco de vinagre, colocado todo en un atomizador, me dispuse a rociarlo por todas las paredes siguiendo preferencialmente la ruta de las hormigas. Verán, el problema con la coexistencia con dichos artrópodos no es únicamente que se alimenten de las migajas y desperdicios alimenticios que uno pueda ir dejando aquí y allá, el principal problema, si permitía una invasión de este tipo, es que las hormigas tienen por costumbre comer casi cualquier tipo de material, entonces existe el riesgo a un posible daño al cableado, así como a equipos eléctricos. Es por ello que no me sorprendió cuando al quitar los contactos eléctricos de las paredes me encontré con pequeños montículos de grava fina, las colonias de estos insectos.
Ese fue mi primer encuentro con aquellos insectos diminutos de no mas de 2 mm de tamaño, pero no sería el único, aquellas largas hileras rojizas volverían a aparecer marchando por las paredes y el techo y sin importar cuanto repitiera el método casero para repelerlas este parecía no tener efecto, al cabo de un par de días ahí aparecían de nuevo. Una tarde, durante mi primera semana viviendo en Mérida, recuerdo haber pasado al super regresando de la universidad, compré algo de despensa y al llegar a casa me dispuse a guardar y ordenar todo lo comprado, los embutidos al refrigerador, las carnes al congelador, los enlatados en la alacena y el pan simplemente lo deje dentro su empaque asentado sobre la cocineta como suelo hacerlo en Campeche. Luego me dispuse a ver la serie de Netflix del momento, al terminar uno de los capítulos fui a la cocina por agua, es entonces cuando observo desde lejos aquellas infames líneas marrones desfilando encima y alrededor del pan, me acerque solo para atestiguar que habían hecho orificios al empaque de plástico y se habían comido el pan, cercenando a partes desiguales aquí y allá. Sin embargo, el peor encuentro que he tenido con tales insectos fue una tarde a principios de noviembre, en aquella ocasión se había organizado en la facultad el Congreso de Estudios Literarios y Lingüísticos (CIELL). Yo había asistido ese día durante la mañana y por la tarde se iba a llevar a cabo una puesta en escena del Seminario de Teatro universitario del que formo parte, por lo que disponía únicamente de un par de horas para ir a mi casa, comer, bañarme y regresar a tiempo para la presentación. Consciente del poco tiempo que disponía decidí que lo mas práctico era almorzar una sopa instantánea que tenia guardada en la alacena, al llegar a casa me bañé lo más a prisa que pude y me puse a calentar el agua mientras acomodaba mis cosas para irme. Cuando el agua hirvió, tomé la sopa de la alacena y al abrirla lo que encontré dentro me confundió por unos segundos. Un montón de diminutos puntos rojos apiñados en los bordes dentro del envase de unicel. Cuando comprendí de lo que se trataba mi confusión aumento aun más, ¿cómo era posible que hubieran perforado no solo el papel plástico con el que estaba sellada la sopa, sino también el envase de unicel? Alrededor de éste, había pequeños agujeros que las desgraciadas habían realizado. Sin pensarlo dos veces, decidí que la mejor manera de vengarme era usando el agua que ya había calentado y hervirlas vivas. Me disculpo por el sadismo, no suele ser una característica predominante en mí, sin embargo, espero pueda ser entendible el nivel de frustración que padecí al ver desperdiciado el único alimento que tenía disponible.
Durante todo este tiempo, he hecho mis investigaciones, preguntando entre mis compañeros locales si ellos viven este mismo tipo de situaciones en su vida diaria, he llegado a la conclusión de que lo que me sucede le ocurre al resto de habitantes en Mérida. Lo que sería interesante ahora seria averiguar por qué, ¿tendrá que ver acaso el clima? De acuerdo con el INEGI tanto Campeche como Yucatán comparten el mismo tipo de clima; cálido subhúmedo pero el porcentaje de precipitación es considerablemente mayor en Campeche que en Yucatán. En Yucatán la precipitación media estatal es de 1 100 mm anuales mientras que en Campeche este parámetro alcanza los 2 000 mm. O acaso será una cuestión del tipo de suelo, el suelo presente en la zona de Campeche corresponde al tipo lacustre el cual está conformado principalmente por arcillas, limos, arenas, sales y materia orgánica en descomposición[3], mientras que para el caso de Mérida el suelo dominante es conocido como Leptosol. Los Leptosoles (LP) son los suelos someros de escasa profundidad, escasa cantidad de tierra fina y gran cantidad de piedras o afloramientos de roca.[4]
Pero aclaro que estas son únicamente conjeturas de una Campechana viviendo en Mérida con gran inquietud de saber por qué hay de tantas inquilinas gorronas viviendo conmigo.
[1] Vidal Cordero, Manuel (2022) ¿Para qué sirve una hormiga? El heraldo. Recuperado de: https://www.heraldo.es/noticias/sociedad/2022/06/14/para-que-sirve-una-hormiga-1581376.html#:~:text=Desde%20su%20origen%2C%20hace%20aproximadamente,casi%20todos%20los%20ecosistemas%20terrestres. [2] Zacarias, Alfredo Identificación de especies de hormigas de fuego Solenopsis spp., en el área urbana [3] SEMANART. (2011) Construcción de infraestructura de protección playera [4] Bautista Zuniga, Francisco. El suelo. Biodiversidad y Desarrollo Humano en Yucatán
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