Jaime Sabines, poeta mexicano de la generación del medio siglo, nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 25 de marzo de 1926. Su padre fue Julio Sabines, de origen libanés, y su madre Luz Gutiérrez, nacida en Chiapas. Antes de él, sus padres tuvieron dos hijos; Juan y Jorge. Sobre la madre de Jaime Sabines se sabe que perteneció a la alta sociedad chiapaneca y era sobrina nieta de Joaquín Miguel Gutiérrez, de quien la ciudad de Tuxtla Gutiérrez tomó el apellido. Por su parte, el padre de Jaime, Julio Sabines, nació en el Líbano, en 1902, a la edad de 12 años, su familia emigró a América. La familia se asentó en Cuba, pero pocos años después la familia Sabines se marchó a México. Ya en este país, ingresó como teniente en el ejército en Mérida, Yucatán, participando así en la revolución. Se trasladó después a Chiapas, donde alcanzó el grado de capitán de las fuerzas carrancistas. Fue en Chiapas donde conoció y se casó con Luz Gutiérrez y donde Jaime Sabines nació y empezó a concebir su carrera en la literatura (Guedea, 2018, párr. 5).
Jaime Sabines empezó en el ámbito de la escritura durante su época de declamador, publicó sus primeros poemas, “Ruego inútil”, “A la bandera” y “Primaveral”, en periódicos estudiantiles, entre ellos El Estudiantil, publicación que llegó a dirigir él mismo (Guedea, 2018, párr. 9). En “Me hice poeta”, publicación de Pilar Jiménez Trejo, resultado de años de conversaciones con el mismo Jaime Sabines, se cita del autor:
Me acuerdo que en El Estudiante, que costaba 20 centavos, se publicó lo que puedo llamar mi primera crítica literaria, escrita a los dieciocho años. Ahí se decía que yo era “un futuro gran valor de las letras chiapanecas”. (Jiménez, 2013, p. 72)
Años después, Sabines se trasladó a la Ciudad de México, con motivo de estudiar la carrera de medicina. Sin embargo, la abandonó después de tres años, decepcionado por la falta de magia y romanticismo de la carrera y, posteriormente, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras.
Empiezo a escribir poemas a los quince años para las chamacas, sin tomarlo en serio, porque cuando realmente considero que me hice poeta fue al venir a estudiar medicina a la Ciudad de México; ahí escribía a lo loco. Y fue cuando quise ser, y me hice, poeta. (Jiménez, 2013, p. 72)
Ya en la facultad, encontrada su vocación y viviendo en la calle de Cuba empezó a rodearse de personalidades que lo acompañarían y formarían como escritor. Entre ellos encontramos a sus maestros de la facultad; Julio Torri, Agustín Yáñez, Amancio Bolaño e Isla y Julio Jiménez Rueda. Mientras que entre sus compañeros de generación encontramos a: Emilio Carballido, Rosario Castellanos, Sergio Magaña, Alejandro Rossi, Sergio Galindo, Fernando Salmerón, Jesús Arellano, Miguel Guardia, Dolores Castro y Ramón Xirau (Guedea, 2018, párr. 16).
Entre su obra publicada encontramos: Horal (1950), La señal (1950), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diariosemanario y poemas en prosa (1961), Poemas sueltos (1951-1961), Yuria (1967), Tlatelolco (1968), Maltiempo (1972), Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973), Otros poemas sueltos (1973-1994), Espero curarme de ti (1975), Nuevo recuento de poemas (1977), No es que muera de amor (1981), Los amorosos: cartas a Chepita (1983) y La luna (1988).
En cuanto al estilo de escritura de Sabines, nos encontramos con una tendencia recurrente a aludir la muerte, el sufrimiento, la desesperación. Nos plasma la realidad de manera brutal, sus metáforas no son para embellecer, sino para intentar explicar lo que no podemos comprender a menos que hayamos sufrido tales circunstancias en la vida real.
Martha Irene Gonzales, en su texto “La paradoja de la concepción de vida y muerte en la poesía de Jaime Sabines”, afirma:
Si se observa de cerca, se notará que en la mayor parte de los poemas de Sabines la vida se ha convertido en algo tan duro y doloroso que más se asemeja a la muerte; sin embargo, en la muerte los seres parecen haber alcanzado el estado ideal que les permite trascender los límites del tiempo del espacio y seguir viviendo. (1990, p. 41)
En los poemas dedicados a la memoria de su padre, Algo sobre la muerte del mayor Sabines, nuevamente el hablante acude a la oposición paradójica entre la vida y la muerte para crear la sensación de presencia, más que de ausencia que la muerte representa. Aunque en las diversas partes del libro se puede descubrir el indudable dolor del hablante ante la irreparable pérdida, y sin duda existe plena conciencia de la imposibilidad material de devolver la vida al padre, así como en los poemas ya estudiados persiste la voluntad de recuperar y perpetuar la imagen paterna. (p. 45)
Acerca de Algo sobre la muerte del mayor Sabines, podemos darnos una buena idea de lo que vamos a leer, y sobre la literatura de Sabines en general, al toparnos con la introducción de José Joaquín Blanco en el material de lectura que preparó la UNAM. Abre con una frase que afirma sin dudar que “El lector se encuentra frente a un extraordinario y logradísimo caso de poesía brutal […] Algo sobre la muerte del Mayor Sabines es una lectura desagradable y dura: la brutal descarga con que un hombre doliente arremete con todas sus fuerzas contra alguien (el lector) después de resistir hasta el fondo la muerte de su padre” (Sabines, 2007, pp. 3-4):
Mirando su cadáver en los huesos
que es ahora mi padre,
e introduciendo agujas en las escasas venas,
tratando de meterle la vida, de soplarle
en la boca el aire...
(Me avergüenzo de mí hasta los pelos
por tratar de escribir estas cosas.
¡Maldito el que crea que esto es un poema!)
Sabines es un autor complejo y trata muchos temas en su poesía, podemos ver una versión más romántica de él en Los amorosos: Cartas a Chepita, publicación que recoge las cartas que mantuvo con la que fuera su esposa a lo largo de su relación:
¿Estoy enamorado en verdad? Yo sé que no es enamoramiento, es amor. Uno se enamora de cualquier mujer, a cualquier hora, en un encuentro fortuito, en una cita premeditada. Yo me enamoro a cada paso, de unos ojos, de una palabra, de un gesto oportuno, de una sugerencia, y no obstante sólo quiero a Chepita. En las demás es pura función estética; en Chepita es dación, entrega indefectible, transferencia.
7 de noviembre de 1948 (Sabines, 2009, p.12)
Jaime Sabines murió en 1999, después de que su salud decayera. Mientras se acercaba a su fin, poco a poco, dejó de escribir; sin embargo, se fue y permanece como el poeta popular más importante del siglo XX mexicano.
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