Jorge Fernández Granados nació en la Ciudad de México el 31 de octubre de 1965, es poeta, narrador, ensayista y colaborador de la Biblioteca de México, La Jornada Semanal, Letras Libres, Poesía y Poética y Viceversa. Fue becario del CME, 1988; del INBA, 1991; del FONCA en dos ocasiones en 1992 y 1997; y del SNCA, 2001. Tiene una lista de premios, entre los que destacan: el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines por Resurrección (1995), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por Los hábitos de la ceniza (2000) y el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada por Principio de incertidumbre (2008).
Analizar los temas estilísticos dentro de los cuales se centran las obras de Jorge Fernández Granados es delimitar su escritura, pues es pertinente decir que el poeta no se rige por temas en concreto; más bien, indaga por diferentes temas a lo largo de sus publicaciones. Todo lo anterior tiene como contexto especifico que el poeta vive en el periodo de transición entre la época particular del infinito medio siglo, que se refleja en todos los poetas de su generación, pues se llega a la conclusión de que la mayoría de los poetas de los años noventa no se podrían catalogar como en el caso de los Contemporáneos, pues no siguen temas en específicos ni comparten una edad igual entre todos. “Es cierto que la edad contribuye al cambio de época que marca esta promoción, pero más determinante es la trayectoria y el tipo de obra que cada uno de ellos cultivan” (Ramírez, 2020, p. 44).
Jorge Fernández Granados, en el artículo “Poesía mexicana de fin de siglo: para una calibración de puntos cardinales”, menciona algunos de los indicios del motivo por el cual no se centra en solo unos temas literarios en especial, pues considera que la literatura es como hilos que se van enlazando unos con otros para formar un conjunto: “Si nos abocamos al objeto como tal, es decir al texto, hallamos en él cierto parentesco con las telas, con los tejidos. Parece que en su origen los objetos creados por la escritura y los creados por los hilos revelaban suficientes semejanzas como para familiarizarlos en su etimología” (Fernández, 1999, p. 4).
La similitud radica en el hecho de que ambos van envejeciendo con el paso del tiempo; por un lado, los temas se vuelven repetitivos y se van convirtiendo en poco novedosos, mientras que las telas con el paso del tiempo pierden el brillo, cosa que también se puede relacionar con los temas tradicionales: “la poesía es, por una parte, un tejido que busca llenar a las palabras de significado y hacer con ellas una especie de batería capaz de guardar esa energía consciente y, por otra, un juego, una invención del ingenio, o, más propiamente, una refracción de las intuiciones poéticas del lector” (1999, p. 5).
Fernández Granados divide en cuatro puntos cardinales los temas que reflejan sus coetáneos: al norte los nombra como los “Cultivadores de la imagen”, los cuales son aquellos que utilizan la imagen como medio de exploración; el sur es la “Poesía referencial o de la experiencia”, en la cual los poetas utilizan la verosimilitud comunicativa cotidiana para reflejar este tema; en el oeste están los “Constructores del lenguaje”, en esta categoría los poetas ponen al lenguaje como lo primordial dentro de las obras; y por último se encuentra el este con el “Minimalismo o poesía del intelecto”; estos poemas se rigen por temas conceptuales.
Cada uno de los temas abordan diferentes enfoques en específico; sin embargo, Jorge Fernández Granados menciona al respecto que no se puede clasificar a este tipo de autores, “la voz de cada autor es inclasificable y debe suponerse siempre desajustada de este y cualquier otro esquema” (1999, p. 7). Al considerar esta opinión, podemos percatarnos sobre la postura que tiene el poeta con relación a la categorización de los poetas, por ese hecho en varias entrevistas menciona que no pertenece a una corriente estética en específico, pues en sus obras se encuentran una gran diversidad de temas.
Para corroborar este punto, veamos algunas de sus obras que muestran diferencias desde la versificación hasta los temas. En su primera obra, Hora de llegada (1988), está presente un ritmo melódico y delicado, pues el poeta contaba apenas con 23 años, esa obra es su primer contacto con la poesía, por lo cual son considerados como poemas de juventud. Posteriormente, publica una segunda edición (1990) pero sus temas cambian por completo. Fue dedicado “A los que fueron / A los que faltan” y su título refleja la pasión que lo llevó previamente a estudiar en el Conservatorio Nacional. En este breve libro aparecen, entre otros, los temas de la memoria, el paso del tiempo, la poesía amorosa y la naturaleza, como puede apreciarse en los siguientes versos:
Teníamos a la luna
y a la guerra y al cansancio amargo de nuestro siglo.
Infancia que me quedó grande,
que me habló entre sueños cuatro lenguas
que me cantó música y ensalmos.
Infancia de masacres y poetas
de lluvia azul y perros buenos.
Infancia cruda y grande,
bondadosa, forastera.
Si bien entre la primera edición y la segunda de Hora de llegada recupera algunos temas (Ramírez, 2020, p. 45), para su siguiente obra, La música de las esferas (1990), recupera elementos de autores reconocidos. El libro está dividido en tres partes: en la primera, aborda temas de su juventud; en la segunda parte da un homenaje a Walt Whitman, José Gorostiza y Gonzalo Rojas; y, para finalizar, se reúnen diez poemas en “Iconos y petroglifos” con relación más directa al lenguaje, algunos son narrativos, otros pertenecen a la tradición formal y la temática se realza con tintes de humor y de la vida cotidiana, como se puede apreciar en el poema: “Bodegón con taza de café”:
Algunas noches
entro (lluvia) al café de Sevilla.
Escucho el tintinear de la loza sobre las mesas
(8:13)
desde mi
sitio genuino y preferido.
Tomo un express a sorbos lentos, infinitamente
lentos.
Oigo conversaciones
–las más, estúpidas (sorbo)–
Miro el maquillaje desleal sobre el rostro
de las dos meseras (Ana y Cecilia),
empobrecido ya por el cansancio de un
lunes.
Alejandro Higashi menciona que los nuevos poetas como Jorge Fernández son producto del Estado; y por tal motivo, la diversidad de temas se debe en parte en que deben complacer a un jurado para seguir ejerciendo el oficio. “En otras palabras, el lenguaje poético se ha convertido, en muchos casos, en un lenguaje cortesano de quien cifra su mensaje únicamente para un coto cerrado de interlocutores y, por ello, deja al resto de la audiencia al margen” (Higashi, 2015, p. 85). El doctor considera a los poetas como producto del estado profesionalizado, por la cantidad de becas que se les otorga hoy en día a los poetas, sería conveniente continuar con el análisis; sin embargo, el trabajo se queda abierto para análisis futuros.
Fernández Granados es un claro ejemplo de las nuevas generaciones de poetas. Poetas de transformación, de cambio, que cuestionan las jerarquías y la homogeneidad de la escritura, que demostraron que el cambio no se produce en los libros, sino en la manera de leerlos. Razón por la que los y las actuales y futuras críticas debemos continuar con el análisis y mantener abierto el debate, permitiéndonos escuchar lo que los y las nuevas poetas tengan que decir.
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