Taller fue una revista literaria mexicana que surgió entre 1938 y 1941 a raíz de los eventos nacionales —como el cardenismo, cuyos principales aportes se encuentran la reforma agraria (1934) y la expropiación petrolera (1938)— e internacionales —particularmente el impacto de la Guerra Civil Española (1936-1939) y el auge del comunismo—. Estuvo formada por José Alvarado (1911-1974), Octavio Paz (1914-1998), Efraín Huerta (1914-1982), Alberto Quintero (1914-1944), Neftalí Beltrán (1916-1996), Rafael Solana (1915-1992), Enrique Gabriel Guerrero (1914), Carmen Toscano (1910-1988); y sus obras más importantes fueron: Memorias de un espejo (1953), Libertad bajo palabra: obra poética (1935-1957), Los hombres del alba (1944), Saludo de alba: cuatro años de poesía (1936), Soledad enemiga (1944), Ladera (1934), Cuadrante de la huida (1937), Inalcanzable y mío (1936), respectivamente.
Taller fue el resultado de la fusión de tres revistas literarias: Barandal (1931-1932), Cuadernos del Valle de México (1933-1934) y Taller poético (1936-1938), como afirma Rafael Solana: “Estos dos grupos son los más jóvenes de la literatura mexicana y en realidad, para la historia, no formarán sino uno. Se trata del grupo de la revista Barandal y el de la revista Taller Poético de ahora en adelante fundidos en un sólo cenáculo y una sola revista, que se llama Taller” (1938).
Jorge Aguilar Mora ofrece una explicación del nombre de la revista Taller que resulta útil para entender la propuesta de los poetas que la conformaban, de tal suerte que el taller metaforiza la labor intelectual y obrera característica de los años treinta. Es el lugar donde se producen estas actividades al servicio cultural y social (2004, p. 825).
El contexto cultural en el que se desarrolló este grupo fue la discusión polémica entre el nacionalismo y el cosmopolitismo “que aparece muy temprano en las revistas nacionales y no deja de estar presente en los años treinta” (García, 2016, p. 163) de la época posrevolucionaria, así como la discusión en torno a la idea de modernidad. Los rasgos peculiares de dicho grupo fueron similares al del grupo de los Contemporáneos en cuanto a la propuesta de un “arte nuevo”, pero ligado a la autonomía del arte y la libertad de pensamiento siempre con un enfoque social (Espinasa, 2015, p.124). Los rasgos estéticos más notorios de Taller fueron la tríada amor, revolución y poesía; el deslinde con el nacionalismo revolucionario y el cosmopolitismo de los Contemporáneos; el contenido ético: “cambiar el arte, es cambiar al mundo” (Espinasa, 2015, p.127); la sorpresa y la novedad; la revisión del pasado con un enfoque crítico y la búsqueda individual más de allá de la pertenencia a un grupo literario como lo haría Octavio Paz dedicándose a explorar la poesía moderna, mientras que sus coetáneos —Rafael Vega Albela y Alberto Quintero Álvarez— a la poesía tradicional.
El impacto de este movimiento en la poesía mexicana del siglo XX es que contribuyeron con la libertad creativa a la hora de escribir poemas sin la necesidad de construir rigurosamente versos al estilo tradicional, con una métrica precisa; además de la exploración de temas urbanos y eróticos que influyeron a las generaciones posteriores. Tal como Efraín Huerta plasmaría estas cuestiones en su poema “Los hombres del alba”.
Rueca es una revista literaria mexicana que surgió entre 1941 y 1952 a raíz de los eventos álgidos de movimientos culturales y literarios coetáneos representados en revistas tales como Contemporáneos (1928-1931) y Taller Poético (1936-1938), así como la carencia de proyectos culturales encabezados por mujeres. Estuvo formada por Carmen Toscano (1910-1988), María Ramona Rey, María del Carmen Millán (1914-1982), y Ernestina de Champourcin (1905-1999); y su obras fueron Inalcanzable y mío (1936), Díaz Mirón o la exploración de la rebeldía (1974), Cántico inútil (1936), respectivamente.
El contexto cultural en el que se desarrolló este grupo estuvo dominado por hombres; por tal razón, surgió la necesidad y el entusiasmo de crear una revista propia, únicamente dirigida por escritoras —la mayoría egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM— en contraste con el resto de los grupos literarios masculinos que generalmente no acreditaban a sus colegas femeninas en la colaboración de sus revistas. Dicha revista era dirigida por escritoras, y por ende se publicaban a ellas mismas y a otras poetas, como Concha Urquiza; también colaboraron escritores como Rafael Solana y Alí Chumacero.
El rasgo más notorio del grupo fue la búsqueda de un equilibrio entre la tradición y la modernidad; así, Rueca albergó escritores y escritoras muy dispares. Desde los “ateneístas, a los miembros de la generación de 1915, de los Contemporáneos y de Taller, artistas de tendencias posrevolucionarias y activistas políticos” (Silva y Durán, 2019). Otro rasgo característico del grupo Rueca fue la búsqueda de una identidad propiamente femenina. El impacto que este movimiento tuvo en la poesía mexicana del siglo XX, aparte de situarlas como “la primera generación de mujeres universitarias capaces de apropiarse de un medio de divulgación literaria” (Silva y Durán, 2019), fue la apertura a la literatura escrita por mujeres, entre las que se encuentra Rosario Castellanos, quien publicó sus primeros poemas en aquella revista, y forjaría años después una carrera no sólo literaria sino intelectual, la cual la convertiría en una figura central dentro del canon de la literatura mexicana del siglo XX.
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