Si bien el siglo XX estuvo marcado por escritores como Ramón López Velarde o Manuel Maples Arce, a inicios de este siglo surgió una fuerte actividad artística y literaria encabezada por mujeres. Aunque podemos considerar a algunas precursoras como Sor Juana Inés de la Cruz, es hasta inicios del siglo XX que la literatura escrita por mujeres comenzó a adquirir una mayor relevancia y, aunque no podemos hablar de ellas como un movimiento en conjunto, estuvieron unidas por un solo propósito: la reivindicación de las mujeres en las letras.
Las escritoras participaron en todos los géneros: desde cuentos, novelas y teatro hasta ensayos y poesía. Fueron muchas las mujeres que escribían, podemos destacar entre ellas a: Guadalupe Amor (1918-2000), una de las figuras más transgresoras de su época, escribió poemarios como Yo soy mi casa (1946), Puerta Obstinada (1947), Polvo (1949), Otro libro de Amor (1955) y, quizás su obra más conocida, Décimas a Dios (1975); Enriqueta Ochoa (1928-2008), quien fue maestra en la UAEM y la UNAM, publicó obras como Las urgencias de un Dios (1950), Los himnos de un ciego (1968), Cartas para el hermano (1973) y Retorno de Electra (1987); Concha Urquiza (1910-1945), cuya obra fue publicada casi en su totalidad después de su fallecimiento, escribió poemarios como El párroco ideal según yo lo había soñado (1955), Nostalgia de Dios (1987), El corazón preso (1990) y Nostalgia de lo presente (2013); Margarita Michelena (1917-1998), periodista, crítica, fundadora del diario El cotidiano escribió poemarios como Paraíso y nostalgia (1945), Laurel de ángel (1948), Tres poemas y una nota autobiográfica (1953), La tristeza terrestre (1954) y El país más allá de la niebla (1969).
Para poder entender el contexto histórico y cultural en que se desenvolvieron estas poetas, debemos recordar que el siglo XX inició con la caída del régimen porfirista y la instauración de un nuevo modelo de gobierno. En 1910, la nueva reelección del dictador Porfirio Díaz hizo estallar la revolución y durante esta lucha armada muchas mujeres se vieron obligadas a participar, no solo como enfermeras, sino que tomaron las armas y se involucraron militarmente en la revolución. Así, entre fuertes conflictos sociales, inestabilidad económica y una profunda desigualdad, comenzó a gestarse un movimiento que reflejaba la inconformidad de las mujeres pues, tras la revolución, comenzaron a organizarse para exigir derechos que hasta entonces se les habían negado, como el derecho al voto.
El movimiento feminista constituyó una influencia importante para las mujeres de esta época. El primer congreso feminista de México se formó en 1916 en el teatro Peón Contreras de Mérida, pero fue hasta la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) que las mujeres acudieron a las urnas por primera vez. Gracias a la lucha de mujeres como Elvia Carrillo Puerto, Rita Cetina Gutiérrez, Rosa Torre y Consuelo Zavala, entre muchas otras, se logró en 1953, con la reforma a la Constitución, que las mujeres gozaran de la ciudadanía plena: “Esto significó el comienzo de un proceso en el que las mujeres construyeron una nueva forma de integración al mundo moderno” (Villagómez, 2003, p.3).
Algunos antecedentes a este movimiento ya se venían gestando desde finales del siglo XIX. En la década de 1880 comenzaron a surgir diversas revistas en la ciudad de México que se enfocaban en las mujeres y estaban influenciadas por pensamientos de emancipación y exaltación femenina, como El álbum de la mujer. Periódico literario redactado por señoras (1883-1893) y Las violetas del Anáhuac (1887-1889). A inicios del siglo XX surgió La mujer mexicana. Revista científico-literaria consagrada a la evolución, progreso y perfeccionamiento de la mujer (1903-1905) y un par de años más tarde La mujer moderna. Semanario ilustrado (1915-1918), a cargo de Hermila Galindo, donde se encontraban textos literarios en prosa y verso.
Aunque el feminismo se consolidó años más tarde, los distintos movimientos sociales comenzaron a hacer eco en escritoras que buscaban ser reconocidas por su trabajo, comenzando a identificarse bajo el término de literatura femenina. Así, posterior a la revolución, María Enriqueta Camarillo (1872-1968) publicó Rumores de mi Huerto (1908) y El secreto (1926), novela que está galardonada con el premio literario de la Academie Françoise como mejor novela hispana femenina. Dolores Bolio Cantarell (1880-1950), poeta, escritora, periodista y feminista yucateca, publicó en 1917 su cuento “Aroma Tropical” y los poemas “A tu oído” y “De intimidad”; por su parte, María Luisa Ocampo (1899-1974), novelista y dramaturga, debutó con Cosas de la vida (1926) y más tarde publicó otras novelas como La Hoguera (1924) y Bajo el Fuego (1947). Nellie Campobello (1900-1986), quien es considerada una de las primeras narradoras modernas del siglo XX, escribió obras como Cartucho; relato de la lucha en el norte de México (1931), Las manos de mamá (1937) y Mis libros (1960), también escribió poemarios como Francisca Yo! (1929) y Tres poemas (1957).
Si bien no podemos considerar a estas escritoras como un grupo, podemos decir que su escritura se caracterizó por “el manejo de un yo poético preponderante” (Pereira et al. 2018). Desde luego los temas de su poesía fueron muy variados, pues cada una de ellas se vio influenciada por distintos movimientos literarios, sin embargo, algunos de los más recurrentes son: el amor, la muerte, la soledad, el erotismo femenino, así como sus preocupaciones metafísicas y místicas. De esta misma suerte, su métrica fue variada, por ejemplo, Guadalupe Amor fue una de las poetas que más cultivó la lira, la décima y el soneto.
Estas poetas tuvieron un importante papel en el mundo literario por su actividad artística y por su participación en la difusión de la literatura. Dolores Castro, por ejemplo, ofreció diversos talleres y trabajó en la docencia, asimismo, colaboró en revistas como Fuensanta (1948-1954), La palabra y el Hombre (1957) y Poesía en América; Margarita Michelena tradujo obras de autores como Charles Baudelaire, Gerard de Nerval, Marcel Proust y Jules Combarieu; María Enriqueta Camarillo colaboró en revistas como Azul (1894-1896) y Antena (1924). Finalmente, una de las revistas que marcó una época fue Rueca (1941-1952), donde participaron escritoras como Carmen Toscano, Ernestina Campourcin, Helena Beristaín, María Ramona Rey, entre otras.
Vemos que esto no fue un hecho aislado, sino que se trató de diversos cambios en los roles sociales asignados a la mujer y que tuvo también repercusión en la escritura. Así, la actividad literaria y de difusión de cada una de estas escritoras formó un nuevo camino para futuras mujeres y ayudó a transformar el canon literario hasta entonces conformado en su mayoría por hombres.